En los 40 años de neoliberalismo impuestos en el planeta –neocapitalismo salvaje, como diría el clásico– se crearon –en el mundo y en el país– buen número de organizaciones no gubernamentales. Algunas favorables al régimen neoliberal, otras más o menos confrontativas, pero todas funcionales al sistema y sus lógicas. Son los observadores y comisiones de derechos humanos en el planeta y en el país, así como un buen número de organizaciones no gubernamentales abocadas a temas diversos.
No se regatea la honestidad ni la sincera preocupación por el bienestar del semejante, pero su trabajo legitimaba a gobiernos neoliberales, profundamente clasistas e indiferentes a los pesares de sus gobernados.
HRW, al reclamar al gobierno mexicano su decisión de incorporar la Guardia Nacional a la Sedena, sin conocer a fondo la profunda descomposición institucional habida en los dos gobiernos anteriores de depredación sistémica, legitima la hostilidad dominante del discurso conservador. No deben extrañar los reclamos y críticas de organizaciones no gubernamentales, nacieron en la lógica neoliberal o se adaptaron a ella.
Al fin y al cabo recibían subsidios. Igual pasó con los organismos multilaterales, lo que explica hoy la exasperante pasividad de la Organización de las Naciones Unidas frente a la guerra en Ucrania y la obscena financiación de Estados Unidos y la OTAN al gobierno de Zelenski.