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A propósito de defecciones

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Diversos alcaldes electos deciden abandonar las organizaciones intermedias por las que fueron propuestos y sumarse a Movimiento Renovación Nacional. El líder priísta en el estado, Marlon Ramírez Marín, dolido dice que el amor tarifado no es amor. Tiene razón. Pero el actual dirigente habrá de aceptar que si hay algo que haya hecho el partido al que representa durante las últimas cuatro décadas es, precisamente, prostituirse y prostituir el legado histórico nacional. Y no es que el PRI, pre neoliberal, fuera ni remotamente democrático, pero siendo producto de un movimiento social de masas, supo sintonizar con la necesidad y deseo de la mayoría de los gobernados y ofrecer un modelo benefactor de Estado.

Primero salud y educación gratuitas para todos, luego programas masivos de vivienda popular y para las clases medias.

Iniciados los años 80 arribó una nueva élite a la toma de decisiones en ese partido. Los hijos de los constructores de un Estado benefactor con notorios cursos de corrupción, pero que había distribuido razonablemente bien el ingreso nacional. Campesinos y obreros, la clase trabajadora, prosperaron. No tanto como las élites, pero la inmensa clase media mexicana compuesta de profesionales y trabajadores calificados fue durante años de origen mayoritariamente obrero- campesina.

Ese modelo de Estado benefactor más o menos pudo resistir los embates del neoliberalismo hasta los inicio de los 80. La crudeza neoliberal se había estrenado con sangre en Chile (1973) y Argentina (1976). A México llegaría hasta 1982 con Miguel de la Madrid.

El daño causado al país por la nueva élite neoliberal es monumental y los costos son mayúsculos. Si se fuerza un poco el optimismo, hasta podría ser que el salto de los alcaldes tuviera algo así como resabios de coherencia, no mero oportunismo. Habrá que esperar.

Pero una cosa tendrán que tener presente los morenistas, no reproducir los modos y distorsiones del viejo PRI.

Habrá quien diga que es improbable toda vez que no tiene una estructura corporativa, pero es claro que por lo pronto está bajo el influjo del líder fundador y eso apacigua las tensiones. Falta por ver si los morenistas son capaces de resolver sin demasiados desgarres sus diferencias y crear auténtica institucionalidad democrática.

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