La más reciente exposición de Rodolfo Sousa (Xalapa, 1986) continua su exploración respecto de los procesos de erosión, robo, deformación e interrupción de imágenes como productoras de narrativas. Licenciado en Artes Plásticas por la Universidad Veracruzana (UV) y egresado del Programa de Artistas y Curadores de la Universidad Torcuato Di Tella en Argentina, actualmente realiza el Art and Curatorial Practice en The New Center for Research and Practice y es uno de los coordinadores de Ensayo en sitio, proyecto independiente de curadurías de arte contemporáneo en Veracruz. A causa de la fascinación profunda que despierta su muestra, sostuvimos la siguiente conversación.
RT: Como parte de cartografía generacional establecida por los contactos artísticos entre Xalapa y Buenos Aires en los últimos 15 años, emerge Vida, celebración y venganza, tu muestra más reciente, que intriga en dos sentidos: el nombre de la exposición y tu (re) encuentro con Maples Arce en la capital argentina.
RS: Mi viaje a Buenos Aires ocurrió por una búsqueda de aquel arte conceptual surgido por la urgencia de producir fugas: escribir-dibujar-emitir en código, mensajes que necesitaban viajar y denunciar, al tiempo de arraigarse y defender un territorio físico y conceptual durante la última dictadura militar argentina. Fue curioso que durante esa estancia tuve la oportunidad de realizar prácticas en la galería que ha mercantilizado los documentos de ese periodo específico. En la trastienda y después en casas de amigos, encontré también publicaciones mexicanas de principios de siglo XX que llegaron a Buenos Aires durante la época del 40, entre ellos los libros de los Estridentistas publicados en Xalapa, que por obligación de profesión y origen, conocía solamente por textos escolares. Mi encuentro con Poemas interdictos a 90 años de su publicación me hizo repensar mi vínculo con mi ciudad natal, mi práctica, el papel del artista en la construcción de narrativas y de imágenes, y me ha hecho preguntarme y ensayar de distintas maneras un relato sobre el encuentro.
RT: Hay una declaración de principios en tu muestra en la que me gustaría detenerme, respecto al uso y vida de los objetos y herramientas que nos rodean y las imágenes que despliega su interacción. ¿Cómo se relacionan las piezas de la muestra con esa idea?
RS: Las obras están todas vinculadas con la proliferación de materia y flujos de energía causados por la circulación de documentos, que sobrecodifican y producen nuevas imágenes en esa circulación: por ejemplo, un libro en el que se reproducen pinturas, se fotocopia, esa fotocopia se digitaliza, se reimprime, se digitaliza de nuevo. No queda nada de la fuente original y produce imágenes abstractas, sin autor. Salvando la comparación, me recuerda los efectos de una barra de plutonio en el suelo de un bosque. La vida de las cosas, consientes o no, y sus consecuencias están más allá de su uso directo. Por otro lado, necesito alejarme de la idea de valor para desentenderme por un momento del fetiche. Me interesa, quizá como a un romántico, la producción de sentido y la antiproducción de valor, de identidades y de arraigos dañinos que pueden reproducirse en movimientos políticos cooptables por el conservadurismo.
RT: A la manera de un cuerpo fagocitado por un hongo venenoso, las piezas de la muestra se encuentran atravesadas por la figura del libro no solo como arquetipo, sino también en su materialidad y volumetría. Por ello quisiera preguntarte por tu relación con dos nombres que impregnan neurálgicamente la exposición: Ulises Carrión y Georg Christoph Lichtenberg.
RS: Lichtenberg dijo que de un libro se analiza su sentido, en su crítica al exceso de cientificismo de la Ilustración de la que fue contemporáneo; en contraparte, Carrión sostuvo que el libro es un contenedor accidental de textos. Una de las cosas que me interesa hacer en cada una de estas piezas es la participación del papel, de la impresión, en la erosión y producción de imágenes que circulan digitalmente. El lugar de los autores como obturadores y participantes de procesos que los excede. Barthes juega un papel importante en mis referentes: si el autor está muerto, y se ha desintegrado en un suelo del que proliferan plantas y seres vivos, este aparece solo como un nutriente para nuevas vidas.
RT: ¿Estás al tanto de las investigaciones de Merlin Shaldrake respecto al reino fungi?
RS: Sí, tanto su libro Entangled life como en el acceso que tiene a tecnología sonora como a libros antiguos en los que viven hongos en movimiento, lo que le permite escucharlos. Cumple con el sueño de John Cage, otro entusiasta de los hongos. Me interesa su trabajo tanto como el de Michael Marder, Monica Gagliano y Luce Irigaray, quienes prestan particular atención al pensamiento vegetal, si podemos hablar de inteligencia compleja y lenguaje en otros reinos que no tienen sistema nervioso central, se puede rearticular, al mismo tiempo, la noción de pensamiento humano.
RT: Imposible no consignar una cita del texto curatorial que pone el dedo sobre la llaga: “si en el 2021 las instituciones en Xalapa celebran la publicación e inauguración del manifiesto estridentista, publicado en la Ciudad de México, habría que vislumbrar al 2027 para celebrar su disolución y la expulsión de los poetas de la Atenas Veracruzana”. ¿Por qué no echarlos de una vez?
Porque me da tiempo de revisar el Estridentismo como una máquina que fagocitó a su conveniencia a la vanguardia europea, y como un aparato de captura que cristalizó categorías identitarias que han tenido consecuencias terribles en las instituciones educativas y culturales. Urgen lecturas críticas que estén a la par y sumen a las investigaciones de Rashkin, Gallo y Unruh, y menos refritos y monografías sobre el proyecto de urbanización municipal. Tenemos cinco años todavía.
