Astillero
Julio Hernández López
Periódico La Jornada
Es temerario afirmar, como lo hizo ayer la virtual candidata presidencial de Morena, Claudia Sheinbaum, que el mejor homenaje que se puede hacer a quienes participaron
en el movimiento estudiantil y cívico de 1968 sea el ganar las elecciones de 2024, pero no sólo la Presidencia, sino también gubernaturas, senadurías y diputaciones (https://goo.su/s30nN).
Ningún partido político, ninguna campaña electoral, debería pretender apropiarse de un movimiento social amplio, crítico, antiautoritario como el que fue reprimido el histórico 2 de octubre. En el caso específico de Morena, y dejando a un lado el caso excepcional de Andrés Manuel López Obrador y otros cuantos y cuantas, bastaría con revisar las plantillas generales de candidatos que ha presentado en diversas elecciones federales, estatales y municipales para advertir que un buen número de esos personajes no coinciden política, ideológica y éticamente con los postulados del Movimiento del 68.
Las palabras de Sheinbaum tienen como contexto el planteamiento de votar sin distinción las propuestas electorales del año próximo, en el llamado plan C que, según se asegura, podría dar a la continuidad de la llamada Cuarta Transformación la mayoría legislativa calificada que permitiría aprobar reformas como la efectista de la elección popular de altos miembros del Poder Judicial de la Federación.
La postura electoral acrítica ya ha mostrado sus malos resultados, al llevar a diversos sitiales de poder a personajes contrarios a los propósitos de la regeneración nacional y, a lo que se va viendo en cuanto a las listas de aspirantes a gobiernos estatales y las perspectivas para candidaturas a senadores y diputados federales, podría empeorar en esta cosecha.
La pretensión de que los seguidores de una opción progresista voten sin mayor discernimiento por las propuestas que les presente el aparato de control partidista va acompañada de una especie de reproche anticipado, pues, según esa lógica cupular, enjuiciar y singularizar cada candidatura implicaría una especie de colaboración con el enemigo, si es que de ese análisis particular el votante deduce que no le resulta congruente sufragar por el engendro partidista en cuestión.
En realidad, inverso debería ser el razonamiento. Las élites partidistas deberían demostrar al votante que las candidaturas propuestas merecen, una por una, el respaldo razonado y convencido de los ciudadanos afines a esa bandería. Y culpa y responsabilidad de esas élites partidistas sería la pérdida de esa opción de mayorías calificadas si no son capaces de presentar candidaturas políticamente sanas, cívicamente respetables, susceptibles de plena adhesión.
En otro tema: dijo el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, que no hubo operativo militar en Badiraguato. Que el movimiento de tropas y vehículos aéreos y terrestres que fue visto el sábado pasado era simplemente por el arribo y salida de personal castrense por el cambio de titular de la Novena Zona Militar, con sede en Culiacán. Y que no se estaba buscando a nadie (https://goo.su/6vGAZ)./
El cambio de jefe militar regional se cumplió este lunes. Llegó como nuevo comandante Porfirio Fuentes Vélez, para relevar al general Alfredo Salgado Vargas, quien duró nueve meses en el cargo (https://goo.su/yxvUs).
Los extraños acontecimientos recientes en Sinaloa incluyeron que ayer aparecieran en diversos municipios narcomantas, presuntamente firmadas por Los Chapitos, mediante las cuales se ordena no realizar ninguna operación de producción o venta de fentanilo. Es de suponerse que tal declaración de presunta autoprohibición comercial de Los Chapitos será conocida el jueves por la poderosa delegación estadunidense que sesionará en diálogo de alto nivel con los mandos mexicanos.
Y, mientras es de esperarse que Israel no esté prometiendo extraditar a Andrés Roemer para no hacerlo con Tomás Zerón, operador criminal del caso Ayotzinapa, ¡hasta mañana!
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