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Indígenas recuperan la herbolaria ante carencias en servicios médicos

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Orizaba, Ver.- La falta de un servicio médico eficiente, además de la pobreza propia de la sierra, obliga a los habitantes de la zona serrana de Zongolica a buscar alternativas para que con medicina herbolaria atiendan padecimientos más comunes, pero además ahorrar fondos económicos con los cuales se puedan ampliar los servicios de atención en más comunidades.

La organización indígena “Masehualsiuamej Tlapajtihke” es un grupo de cinco mujeres indígenas de una de las comunidades de Tequila, en la sierra de Zongolica, que se han animado a recuperar, como dice su nombre en náhuatl, la medicina tradicional –por ahora, solo la herbolaria– que, ante la ausencia de médicos y medicamentos, había sido su principal alternativa de enfrentar muchas de las enfermedades que les aquejan.

Las carencias son muchas, se señala, “pero su voluntad es aún mayor y su humildad para aceptar y escuchar que alguien que no es de su comunidad, pero que ha caminado con ellas y sus compañeros desde hace ya tiempo, les platicara acerca de las plantas y sus beneficios en salud, además de las diversas formas de hacer preparados medicinales con ellas, y decimos humildad, porque con el tiempo y la confianza ganada, empiezan a hablar de sus plantas, de sus nombres en náhuatl, para qué padecimientos las utilizan y cómo las utilizan, es decir, tienen la sabiduría que ancestralmente han heredado de sus abuelas y madres”.

Junto con sus compañeros “platicaron sobre el proyecto que ya desde hace algún tiempo venimos soñando: construir un espacio al que le llaman –llamamos– la casita de la salud y que no es más que un espacio donde puedan ellas reunirse, platicar sobre la herbolaria, sobre los preparados medicinales que habrán de hacer, tener ahí las plantas medicinales que en su comunidad no se encuentran, pero sobre todo, ofrecer al resto de su comunidad una alternativa a esa casa de salud oficial vacía tanto de medicamentos como de profesionales de la salud”.

A finales del año pasado, en una de tantas pláticas que ellas han sostenido y de estar haciendo un jarabe, se comentó que sería bueno “que tuviéramos un espacio exclusivo para hacer la medicina y para guardarla, solo dijeron en ese momento que estaba bien y continuaron con su jarabe”.

En las comunidades el dinero no sobra, “y cuesta mucho ganarlo, el esfuerzo hecho ha sido enorme nomas para comprar la tabla y la lámina, el trabajo, de por sí siempre lo hacen en colectivo. Se tiene un pedazo de tierra de 150 metros cuadrados prestado y que se tuvo que aplanar para poder construir ahí, se tienen los pilares y ya cuenta con techo y además se tiene un poco de tablas”.

Pero aún les hace falta “más madera para cerrar totalmente la casita, hacer puertas y ventanas, cemento, grava para el piso y cable para que cuente con luz eléctrica. Eso es solo lo que falta para acabar de construir su espacio, pero falta también material para su laboratorio de salud, aunque poco a poco se han hecho de varias cosas, como una pequeña báscula, algunas ollas y frascos de vidrio para sus tinturas y para guardar plantas que no hay en su comunidad”.

Luego del balance, se señala, “se pasó a platicar cómo hacemos para seguir, creo fue el punto más difícil, porque como decíamos el dinero es poco y cuesta mucho ganarlo, si se tiene en cuenta que además de la milpa, los hombres salen por largo tiempo de su comunidad para emplearse en el corte de caña y las mujeres, aunque trabajan mucho, no reciben paga alguna”.

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