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Contaminan paperos el agua de Xalapa y la región

“La gente tiene miedo de decir algo porque se sabe que hay personas que no son buenas”

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Primero se tumban los árboles y “limpian” la superficie, eliminando la captación de agua. Cambia el paisaje: donde había maleza o bosque quedan parajes sin vegetación, animales ni sombras. Después esparcen fertilizantes y siembran papas en los surcos.

Comienzan los brotes y la aplicación de agrotóxicos que fertilizan, atacan las plagas y permiten el éxito de las plantaciones. Está sucediendo en la región de Xalapa, Coatepec y Xico, una región poblada por 622 mil personas aproximadamente, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

El Programa de Ordenamiento Ecológico regional de la región capital de Xalapa, Veracruz, regula la siembra de monocultivos con sustancias químicas tóxicas en esa ciudad y los 11 municipios aledaños, como Coatepec.

Ese documento obliga a autoridades estatales y municipales cumplir el ordenamiento y señala que aún los agrotóxicos permitidos no deben aplicarse a menos de 500 metros de “casa habitación, espacio público, poblado o cuerpo de agua utilizado para el abasto de agua para uso humano (ríos, manantiales, cajas de agua, presas) o de ecosistemas importantes para sostener la vida en la región”.

Sin embargo, muchos otros que se usan están prohibidos por los riesgos demostrados a la salud de las personas. Es exactamente lo que está sucediendo en diversos puntos localizados en la zona montañosa que se encuentra entre la zona urbana que incluye a la capital de Veracruz y el Cofre de Perote, donde están los principales brotes de agua que abastecen a cientos de miles de personas.

En la organización Sendas han visto cómo los cultivos han ido bajando hacia zonas boscosas año con año debido a que los parajes que se utilizan quedan contaminados por lo menos 10 años, con lo cual, los “paperos” tienen que ir buscando más terrenos para continuar el negocio.

El problema es que para sobrevivir en zonas de vegetación húmeda necesita protección contra las plagas y la solución para quienes la siembran es esparcir químicos prohibidos que causan graves daños a la tierra, a las personas que viven cerca y a los cuerpos de agua.

“Estos terrenos no son los agrosistemas propios de la papa, requiere terrenos más arenosos para desarrollar el tubérculo. Estos suelos son andosoles, una esponja de humedad, eso trae más presencia de plagas y tienen que echar más fungicidas. Son 17 productos que le echan”, señala la organización. 

La Marea consultó a personas que viven en tres regiones afectadas por la siembra de papa con modelo de monocultivo: Rancho Viejo, en Xalapa, Cinco Palos y el camino a Jinicuil Manzo, en Coatepec. Todas tomaron el acuerdo de aceptar dar su testimonio para esta publicación siempre y cuando no sean reveladas sus identidades por motivos de seguridad. “La gente tiene mucho miedo de decir algo porque se sabe perfectamente que dentro de los paperos hay gente que no es buena gente”, dijo una de ellas.

De acuerdo con este testimonio, Cinco Palos, la zona donde más ha avanzado el cultivo de papa “está controlada” por el líder de un grupo de la delincuencia organizada que tiene intereses en el negocio. Por eso, cuando se le pregunta a un campesino quién le rentó su terreno, la respuesta suele ser: “Yo nomás lo rento a un señor. ¿A quién? Quién sabe”.

Ella ha visto cómo en menos de dos años el paisaje ha cambiado drásticamente. En la comunidad se habla de mareos y otros malestares asociados a los olores que se desprenden de las plantaciones. También se habla de tomar acciones legales, pero todo se detiene ahí porque el miedo está instalado. “Muchos de los plaguicidas son persistentes, de liberación lenta, liberan sus moléculas y llega al agua o vía alimento”, dijo la representante de Sendas. 

Esa organización ha documentado casos de intoxicación en personas que viven en las inmediaciones de los cultivos.

En la parte alta de Coatepec, un apicultor que observaba cómo un cerro había sido “pelado” para preparar la siembra de papa, contó que tras su primer contacto con “los paperos” aprendió que “trabajan igual que los aguacateros”.

Se refería a tres cosas: no son oriundos de la región, actúan con prepotencia y se acercan a los campesinos para pedir que les alquilen sus tierras ofreciendo sumas de dinero que no podrían ganar de otro modo. El apicultor tiene claro que, cuando comience la aplicación de pesticidas, las abejas de su apiario morirán. Ya se lo dijo a “los paperos” pero no consiguió nada. 

“Estábamos tan tranquilos y ahora respiramos estos fertilizantes tan violentos que echaron para la siembra”, dijo, por su lado, otra persona directamente afectada que vive a menos de 500 metros del cultivo. La persona entrevistada ha intentado descubrir cuáles químicos están utilizando para la siembra que le queda enfrente, pero sus esfuerzos fueron notados y ahora los trabajadores “que vienen de fuera y duermen en un camión” llevan las soluciones preparadas en contenedores sin ningún rótulo que permita saber de qué se trata. “Ahora ya no dejan ningún rastro”, dijo.

El cerro “pelado” que observaba el apicultor tiene por un costado un registro del sistema de agua potable que abastece a Xalapa y Coatepec. Los pesticidas caerán a menos de cinco metros del registro agua.

A menos de 500 metros se encuentra el río Suchiapa, que abastece a Xalapa y Coatepec. Esto significa que se está infringiendo el Programa de Ordenamiento Ecológico. Además, ese y el resto de los predios que se están preparando para la siembra camino arriba contaminan el agua obtenida por los productores dentro de Fidecoagua, uno de los programas bandera del municipio de Coatepec que entrega recursos a propietarios que conservan la masa forestal de sus predios para la producción de agua para Coatepec.

La Marea ha intentado contactar a autoridades relacionadas con el tema de esta publicación, pero hasta el momento no ha obtenido respuesta.

Los sembradores, que son personas ajenas a las comunidades donde alquilan los terrenos, pagan alrededor de 15 mil pesos por hectárea a los dueños de los predios, recogen sus cosechas y se las llevan a las centrales de abastos de Puebla y Ciudad de México. “No se dice no a las cantidades que ellos ofrecen. Son entre 15 y 20 mil pesos por cosecha y lo pueden hacer dos o tres veces al año”, dijo una de las personas afectadas. 

Cuatro distintas personas consultadas coincidieron en que esas son las cifras de dinero que ofrecen a campesinos por alquilar sus tierras. También están de acuerdo en que “no se les puede culpar por eso”, debido a que son sumas que no ganarían de otra manera. “Traen sus propios trabajadores, traen sus semillas. Cosechan todo y se lo llevan. También se llevan la fertilidad del suelo, los ecosistemas y la salud de las personas”, señala Sendas.

De acuerdo con las personas de las comunidades afectadas, que fueron consultadas por La Marea, “los paperos” están concretando un negocio de “ganar, ganar”. Para las personas que habitan en las ciudades que reciben el agua producida en las zonas boscosas, es una situación de “perder, perder” que todavía no conocen.

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