jueves, marzo 28, 2024
Anúnciate aquíGoogle search engine
- Advertisement -spot_imgspot_imgspot_imgspot_img

El papel de las metáforas según Ortega y Gasset

Luis Alberto Canela Morales

Los estudios estéticos que realiza Ortega son por demás interesante. Lo son si se tiene presente que varios de ellos marcan una pauta en el modo de concebir el arte. Para esta columna, quisiera enfocarme lo que en Ortega podemos denominar estética fenomenológica. Para ello traeré a colación algunos de sus ensayos, principalmente, La deshumanización del arte. Cabe señalar que para un estudio completo sobre la estética orteguiana que tiene tintes de dispersa, habrá de tenerse en cuenta los elementos de la estética de George Simmel dado que él influyó directamente sobre el pensador español.

La que nos parece es la tesis fundamental en casi toda la teoría o la postura orteguiana sobre la metáfora, es que esta no es sólo un elemento o dato estético, va más allá de mera metaforicidad, pues contiene una dimensión cognoscitiva. Es verosímil. La metáfora, entonces, adquiere una solvencia epistemológica. La “metáfora” contiene en sí misma un proceso que podría caracterizarse como el inicio-fin o el de un proceso-realización. El objeto metafórico, la imagen que nos brinda, pareciera tener un “espectro” que no es el objeto señalado, pero que tampoco es su pura imagen. Esto se nota con mayor relevancia en el Ensayo a manera de prólogo, el ejemplo es aquél que dice que el “ciprés es como el espectro de una llama muerta”; ni el ciprés es el ciprés, ni la llama es la llama. A lo sumo, y esto Ortega lo admitiría, sólo hay relación de semejanza.

Para el filósofo español cabria distinguir dos usos o dos modos de la metáfora. El primero de ello es cuando usamos la metáfora que justo viene a nosotros porque nos vemos precisados de un nuevo término o léxico. Es el modo propio de la poesía, hacer nuevas “palabras”; pero también usamos la metáfora, ese es el otro modo, como una esencial intelección, que a su vez nos brinda la posibilidad de un contacto mayor con lo real.

Resumamos brevemente, hay por un lado el elemento estético de la metáfora y por el otro el dato epistemológico.

Las metáforas, por lo tanto, nos “dan” conocimiento de las cosas reales. La metáfora, tomada como objeto estético esencial, tiene esa cualidad de “distorsionarnos” la realidad –si se nos permite esta expresión – trastoca la realidad, la visión (natural) de las cosas. Justo esa visión natural en la cual no percibimos de forma bella a los objetos, sino sólo como eso, como objetos.

En la vida contemplativa-estética, la realidad se nos muestra como des-realizada, de tal modo que lo que ahora aparece es una de imagen, el artista tiene, entonces, esa conciencia de imagen que como tal tiene la característica de ser algo inmaterial, insensible, y, por ende, irreal. Como puede verse, el arte y con ello la metáfora es un deleitarse en la contemplación-estética. Volvamos a resumir, lo que llevamos hasta ahora, hay dos momentos estéticos, por un lado la “ruptura” con el modo natural de vivir, un quiebre con lo dado de modo natural, ingenuo, y por el otro la contemplación de lo bello, en aquello que antes no los veíamos así.

En el ensayo Las dos grandes metáforas que se publicó en 1924, Ortega señala que en ocasiones nos quedamos absortos ante la inmensidad de nuestro léxico y, no obstante, a la falta de términos para expresar ideas precisas es, pues, cuando se recurre a la propuesta o a la tesis de ir hacia algunas figuras retóricas o estilísticas para hacer visible lo que no lo es. De esta importante veta, Ortega parece ser consciente de que dentro de una de sus dimensiones la poesía y sus figuras metafóricas pueden aportar algún hecho que bien pueden llamarse científicos y de corte epistemológico puro. Esto nos llevaría a comprender que si atendemos o intencionamos, como lo hace Ortega al cariz de la metáfora como una figura que va más allá de muestras estéticas, la metáfora se tornaría entonces como un verdadero instrumento de conocimiento científico.

Esta capacidad tanto al interior del texto artístico, de crear nuevas figuras estilísticas, y que también aparece en los textos de carácter especulativo, digamos filosóficos o científicos, aumentaría el modo en que se procede a dotar de significados que quizás puedan ser teórico-semánticos. Las metáforas son en Ortega, imágenes, son símbolos de la vida, entendida en todo el sentido de la palabra, esto es, y como el propio Ortega lo diría, la vida como misión, como acción, como drama, como amor, etc.

Ricardo Senabre en Lengua y estilo de Ortega y Gasset (1964), ha visto y capturado con genial sutileza, las distintas metáforas que aparecen en la obra de este filósofo español, presento algunas y con esto finalizo mi breve columna:


• Metáforas bélicas (lanza, flecha, puñal, arco): todas ellas denotando el modo preciso y letal de penetrar en el mundo.
• Metáforas del cazador (hombre presto): el hombre, como bien señala el filósofo español, ha de estar presto, alerta ante las improntas que significa vivir.
• Metáforas de melodía o de la noche: así como el día está compuesto por claridad y por sombras, así la vida de un hombre está conformada por varios sucesos haciendo una sola unidad.
• Metáforas del toreo (torero-toro): grandísimas y famosísimas son las metáforas sobre el arte taurino, del cual Ortega era gran aficionado. Sin duda denota el modo de lucha del hombre con lo que lo rodea.