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Selva del Marinero, iniciativa que promueve el turismo sustentable

La observación de aves es una de las actividades que dan forma al proyecto

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Proyecto comunitario que se renueva

En más de dos décadas de trabajo, el proyecto ecoturístico campesino ha atravesado momentos complicados. Uno de ellos se vivió durante la pandemia del covid-19, cuando cerraron el campamento turístico por dos años.

Israel Medina comenta que eso los llevó a plantearse la necesidad de reorganizarse. Además, de buscar alternativas para no depender de los subsidios gubernamentales. “Eso tarde que temprano se va a acabar y si no tenemos un proyecto sostenible, puede perderse en un futuro”, afirma.

En la actualidad, la comunidad tiene registradas 303 hectáreas en el programa de Pago por Servicios Ambientales de la Comisión Nacional Forestal (Conafor).

Hace un año, la comunidad comenzó a tener la asesoría de María Elizabeth Milán Fuentes, administradora de servicios turísticos con maestría en paisaje y turismo rural, egresada del Colegio de Postgraduados en Chapingo. “Los compañeros tienen un conocimiento impresionante de la selva, de los animales y la flora, pero la parte comercial no es su fuerte. Hay todo un proceso para lograr acuerdos ahí”, comenta.

Los campesinos recibían a turistas aun cuando debían poner horas de trabajo y tenían pérdidas económicas. “Han aprendido que no tienen por qué sufrir cuando vengan a visitarlos. Esos visitantes deben valorar el esfuerzo que han hecho los campesinos para conservar la selva”.

Ángel Mena, uno de los fundadores del proyecto, coincide con otras voces del ejido cuando se le pregunta: ¿Qué ha aportado el proyecto ecoturístico a la comunidad?

“Cambiamos la forma de pensar y actuar; también la preparación. Ahora parece que somos biólogos, aunque nuestros estudios no son muchos. Cualquier niño aquí puede nombrar aves y fauna con su nombre científico”, dice Mena con orgullo.

La comunidad aún lucha contra la caza furtiva y el tráfico de especies, actividades que siguen siendo una amenaza constante para la conservación de estas especies. Israel Medina advierte: “Hay especies como el loro de cachete amarillo, que está casi extinto de la zona, porque los traficantes se llevan a manadas completas”.

José Luis Abrajam no estudió biología, pero en un recorrido de 380 metros comparte los nombres científicos, las propiedades y variedades de decenas de plantas: “El proyecto nos dio una alternativa para conservar y, al final, nunca hemos perdido de vista eso”.

Rosalía Granillo forma parte del grupo desde hace 10 años. Ella está convencida de que el proyecto de la Selva del Marinero es un ejemplo para las nuevas generaciones: “Les enseñamos a nuestros niños a conservar, ver que si es posible tener una calidad de vida en la comunidad. No necesitan migrar”.

Mientras los participantes del proyecto hablan de su historia y del futuro que están construyendo, los dos hijos de Rosalía Granillo, de 2 y 10 años, corren en el campamento ecoturístico. Granillo dice que su ilusión es que, en unos años, ellos formen parte de la siguiente generación que dé continuidad a este proyecto ecoturístico, que ellos sean los próximos guías de la selva.

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