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Recuperar un cuerpo de fosas es ‘darle luz a un alma’: activista

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Orizaba, Ver.- En Campo Grande, municipio de Ixtaczoquitlán, “se respira miedo, muerte”. Ahí el Colectivo de Familiares de Desaparecidos Orizaba-Córdoba, encontró el cementerio clandestino más grande de la zona, “y aún hay más puntos en donde buscar”, afirma Araceli Salcedo, activista de esa agrupación. “Fue elegido para esconder el resultado de la deshumanización”.

Recuerda que al inicio de la búsqueda en ese lugar “pensamos que íbamos, (a recuperar) uno, dos o tres (cuerpos) pero nunca nos imaginamos que sería una barbarie, 53, pero la búsqueda aún no termina. Estamos a la espera de que se nos autorice reanudarla.

Agregó que la tierra es una “cómplice obligada a cubrir los cadáveres, pero es también la que los cobija. Quienes han sido enterrados ahí no han tenido más compañía que los árboles y el silencio, el sol por las mañanas y en las noches la luz de la luna. Así han visto pasar días, meses y años, esperando que alguien los encuentre, porque merecen regresar dignamente con los suyos”.

“Han convertido un bello paisaje en un cementerio oculto; han dejado una huella de dolor y sufrimiento que se extiende a muchas familias. Ahora, como en otras ocasiones, nos preguntamos por qué intentar borrarlos del mundo, ¿por qué matarlos y además querer borrar su rastro?

“Comenzamos una labor que se veía complicada, como muchas anteriores, pero que iniciamos con toda la disposición y esperanza de encontrar, aunque sea bajo la tierra, a personas que estaban desaparecidas. Sabíamos que había un gran reto por delante. No imaginamos que estos trabajos se prolongaran un año. En este tiempo, con ciertas pausas por cuestiones ajenas a nosotros, buscamos hasta el cansancio.

“(Cada día) muy temprano, junto con elementos de las corporaciones e instituciones, salimos y recorremos 30 minutos. A esa hora podemos ver a personas que pasan rumbo a su trabajo. Nosotros también vamos al nuestro: que es la búsqueda de personas desaparecidas. Podemos ver a niños que saludan a los soldados. En el trayecto hay dos iglesias y un campo de futbol, y a escasos 200 metros de donde hay viviendas están las fosas. Los cafetales y platanales son algunas de las siembras que se pueden observar en un sitio en donde nadie se imagina que pueda haber tantos cadáveres enterrados”, refiere.

“En estas jornadas diarias por momentos solo se escucha el sonido del río que pasa cerca de nosotros. El correr del agua se convierte en una melodía relajante. Algunos perros se acercan y buscan comida, se vuelven nuestros compañeros y quizá fueron testigos de los hechos aterradores que ahí ocurrieron. Al terminar la jornada, nos vamos a descansar, a veces con la tranquilidad de haber recuperado a alguien que tendrá paz, pero con la responsabilidad de regresar a recuperar a los que aún esperan bajo tierra”.

La activista destaca el esfuerzo de sus compañeros, el cual va más allá del cansancio físico, “se trata del esfuerzo emocional; en todo el tiempo que llevamos haciendo labores de búsqueda, hemos aprendido a ser fuertes, tan fuertes que podemos resistir ver cómo se recuperan de la tierra uno o dos cuerpos, o 10, hasta 53. La cifra es aterradora, es un número que representa maldad y que nos indica cuán perversos pueden ser los intereses de quienes llevan a cabo esos asesinatos.

“Pensar en lo oscuro de una fosa nos estremece. Ver que en una sola fueron depositadas hasta cinco personas nos aterra. En un momento pasamos de la sorpresa a la tristeza y después a la rabia. La impotencia ahoga.

Araceli Salcedo ve algo trascendental en la recuperación de un cuerpo de estas fosas pues no es solo un proceso forense sino que trata se trata de “darle luz a un alma”, además de que es la oportunidad que tiene una familia de poder tener de regreso a su ser amado luego de meses o años de no saber de él.

“Todas las personas que han sido inhumadas clandestinamente en este sitio deben ser regresadas a casa, ¡lo exigimos! Es nuestro deber, como compañeros de lucha, lograr que este campo vuelva a ser de siembra y deje de ser un cementerio”.

Al lamentar que Campo Grande fue tomado por el mal, manifestó que ellos lo han retomado para el bien y para llevar paz a alguien. 

“Queremos recuperar a todos. Las enfermedades nos juegan en contra pero la esperanza nos ayuda a recuperarnos. Cada uno de los que vienen aquí está en busca de su familiar que quizá no esté, pero cuando buscamos a uno los buscamos a todos.

Hemos demostrado que somos incansables, que buscamos hasta encontrar y que no pararemos hasta que todos los desaparecidos regresen.

No más fosas clandestinas en Campo Grande. No queremos más Campos Grandes en la zona, ni en el estado”.

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