lunes, marzo 18, 2024
Anúnciate aquíGoogle search engine
InicioEditorialPrevisibles

Previsibles

Anúnciate aquíGoogle search engine

Como era de esperarse, la oposición y la sociedad coinciden en condenar la decisión de integrar a la Secretaría de la Defensa a la Guardia Nacional. Porque, afirman, contradice lo dicho repetidamente por el Presidente, en el sentido de desmontar el uso de las Fuerzas Armadas en el combate al crimen organizado. La ONU y Derechos Humanos llaman al gobierno a mantener el carácter civil de la seguridad púbica. Es de esperarse. Eso siempre es el escenario ideal.

Pero sucede que en México el crimen organizado no es meramente un asunto de bandas criminales poderosas financieramente y con poder de fuego. En México, luego de dos gobiernos demenciales en términos de violencia criminal aleatoria, la colusión crimen/gobiernos del régimen anterior permitió que los poderes fácticos criminales crecieran al grado de constituirse en Estados parasitarios dentro del Estado Mexicano. Con sus ejércitos y territorialidades que defender.

Tres veces ha pasado que ante una acción del gobierno contra un corporativo criminal, éste reacciona con violencia y territorialidad mayúsculas y claramente definidas: Culiacán, cuando se quiso detener a hijo del Chapo, es una; y hasta hace un par de días con el terrorismo desatado en Jalisco y Guanajuato por la detención de jefes reunidos en un pueblo de Jalisco, Ixtlahuacán del Río.

Tanto los medios detractores como parte de importante de la opinión púbica critican lo que consideran el fracaso del gobierno en materia de seguridad. El problema es mucho más serio, hay un fenómeno de expansión parasitaria de organizaciones criminales dentro del territorio nacional que crecieron como metástasis fulminante durante los dos últimos gobiernos federales. No es tanto que haya fracasado la política empleada por el gobierno, es claro que la violencia aleatoria cotidiana que se vivió en los 12 años de Calderón y Peña Nieto ya no es, que el país se ha logrado más o menos apaciguar. Pero el nivel de la descomposición de Estado es demencial. Al grado que se perdieron los límites. Hoy, gobiernos y empresariado criminal se sientan a la misma mesa. Creció así, porque fue alimentada por y desde las estructuras de gobierno durante más de treinta años de mentalidad pro empresarial, porque esa es la naturaleza de la racionalidad neoliberal.

Esperar que un gobierno resuelva en tres años la descomposición y las distorsiones acumuladas en treinta y tantos años de gobiernos corruptos medulares, es peregrino. Exigirlo es miserable. Pero ese es el papel de la oposición. El problema es que la oposición partidaria ha dejado de ser dirigida por políticos y ahora está dirigida por intereses económicos con políticos como sus empleados. Esos intereses económicos son la oposición sustantiva, no tanto los partidos políticos y más ahora que están en “huelga legislativa”. Piedad, que país es éste con esta calidad de representantes.

Quizá sea aún difusa la idea de que lo que en el país está pasando es una revolución. O contrarrevolución si se quiere, al fin y al cabo de lo que se trata es de restablecer el modelo del Estado Benefactor, con el que se gobernó al país desde la Revolución hasta la llegada del neoliberalismo. Un modelo de economía capitalista en donde el Estado se hace cargo de corregir o compensar las distorsiones del sistema económico. En México funcionó bastante bien durante décadas. Esta vez, además, sin corrupción. Es eso lo que se juega.

lunes, marzo 18, 2024
Artículos Relacionados
spot_imgspot_imgspot_imgspot_img

Lo más reciente

Publicidadspot_imgspot_imgspot_imgspot_img
Publicidadspot_imgspot_imgspot_imgspot_img