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Mezquinos y promiscuos

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Durante los últimos días la atención de noticieros, periódicos y redes sociales fue captada con fuerza como consecuencia del reportaje de José Gil Olmos publicado por la ONG Mexicanos Contra la Corrupción, convertida en principal ariete del estamento neoliberal anterior, es decir, de los intereses afectados por el nuevo régimen. El mencionado reportaje versa sobre la casa que rentaba el hijo del mayor del Presidente y su esposa en Houston, que pertenecía a un alto ejecutivo de una empresa petrolera que tiene contratos con Pemex y en donde trabaja la nuera del Presidente.

El reportaje tuvo una visibilidad mayúscula debido a la cobertura de la comentocracia nacional e internacional. Este lunes, la nuera del presidente López Obrador dio a conocer una carta que aclara meridianamente el que la casa no implicaba pago por servicios prestados para obtener contratos dada su cercanía con el hijo del Presidente. Punto. Resuelto el motivo de la suspicacia. Pero el punto no está tanto en eso como el giro que luego tomó la discusión por la exhibición que hizo el Presidente de los ingresos Loret de Mola. Buena parte de los medios y comentaristas se dieron por aludidos y reclamaron que en un país en donde existe violencia impune contra el ejercicio periodístico es irresponsable que, desde el gobierno que tiene la información hacendaria del ciudadano Loret, lo exhibiera y vulnerara. Es discutible, Loret de Mola es un periodista, pero es un personaje público y probadamente corrupto, malintencionado y con intencionalidad política.

Más allá del desgarre de vestiduras, lo que queda claro es que a tres años de haber perdido el poder, la oposición es incapaz de proponer un proyecto alternativo distinto. Solo es capaz de tirar mierda. Manchar, aunque se mienta. Ya está, ése es el nivel. Es penoso, por mediocre. Pero, sobre todo, es peligroso, porque revela la completa incapacidad para articularse en un proyecto de nación que contribuya al bienestar nacional y eso alimenta rencores. Son muchos millones de dólares los que están en juego. No solo el petróleo, también el agua, la minería metálica, el litio. Y la ofensiva es mundial porque los medios internacionales identificados con el neoliberalismo nos han declarado ser un régimen autoritario. Piedad. Pero sí, lo que está a discusión es el tipo de país que queremos construir. Una para todos o uno solo de los ricos nacionales, sus socios y patrones extranjeros y, desde luego, las corporaciones. Vamos, que ahí está Calderón y Kessel como empleados de Iberdrola. 

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