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La iniciativa previa

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Según anunció el presidente Biden, la próxima Cumbre de las Américas, la novena, se celebrará en junio en Los Ángeles, California. El presidente norteamericano dijo que espera acordar “un compromiso compartido con la prosperidad económica, la seguridad, los derechos humanos y la dignidad”. Pues sí, encomiables propósitos que significan, en términos prácticos, nada o punto menos. Y esto es categórico.

Recientemente el Congreso estadunidense atendió a un llamado de Biden para apoyar a Ucrania con 30 mil millones de dólares. La abrumadora mayoría de ellos para comprar armas fabricadas por Estados Unidos.

En contraste, los 4 mil millones de dólares para crear empleos productivos en Centroamérica, combatir la violencia endémica en sus causas, de tal suerte que la migración hacia el norte no sea forzada, no han sido autorizados.

Esto ilustra con claridad contundente dónde están las prioridades norteamericanas: en los negocios. Destacadamente los asociados a la guerra. Nada nuevo bajo el sol.

De ahí la gira del presidente López Obrador por Centroamérica y Las Antillas, para sintonizar en la misma frecuencia como región que comparte los mismos problemas estructurales por las mismas causas. Y, si nos atenemos a resultados y el ambiente que se pudo percibir en las diversas ceremonias y discursos, los propósitos político diplomáticos de la gira se cumplieron a cabalidad. Estamos en un momento de redefiniciones diplomático-estratégicas muy importantes definidas por las consecuencias del parón económico y la guerra económica declarada contra Rusia. Guerra económica que fue provocada por la propia alianza atlántica al incitar a Ucrania a sumarse a la OTAN. Al final del día los grandes pagadores de las decisiones estadunidenses son los países europeos. El resultado final es el aparente debilitamiento sustantivo del presidente y el partido demócrata. Lo que hace bien posible el regreso de Donald Trump a la presidencia. Cosa que con seguridad escandalizará a más de una buena conciencia y, si nos atenemos a los modos del personaje, con razón.

Pero pasa que al presidente López Obrador le cae bien Trump. La explicación obedece a la condición antisistémica de Trump, quien para muchos será un energúmeno, pero es un anti neoliberal.

La racionalidad neoliberal tiene al planeta ahora sí que “con el bendito en la boca”, del miedo prolongado al susto por la extinción nuclear y expedita de la especie.

Son tiempos de pensar en lógicas distintas, fuera de la racionalidad del mercado y de vuelta al nacionalismo y a las relaciones colaborativas entre naciones soberanas. 

A la integración de mercados, sí y a la conformación de bloques regionales, pero con la participación activa del Estado como garante de la justicia económica para todos.

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