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Hacia el fin del neoliberalismo

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La teoría indicaba que ningún país podría sobrevivir a la sanciones coordinadas de la poderosa alianza militar europea, la OTAN, pero bastó con un par de meses para que Rusia demostrara que a esa fiera amenazante le faltaban dientes. Tomadores de decisiones y expertos asesores que los acompañan aún tratan de explicarse cómo es posible esto. Mientras, sus propios medios de comunicación empiezan a admitir la realidad.

Bloomberg, la revista especializada en negocios, explica que el volumen de producción de los países eslavos muestra que Rusia está ganando. Su producción de petróleo en julio es equivalente a la de 2022, previa al conflicto: 10 millones 800 mil barriles por día. En enero, antes de iniciar las operaciones militares era de 11 millones. Analistas especializados en los mercados energéticos subrayan que no es un repunte, en una tendencia; durante tres meses consecutivos el ascenso en la producción de crudo es constante, el país eurasiático ha encontrado los mercados y la forma para compensar las sanciones pero los países europeos asociados a la OTAN no han logrado compensar la pérdida de energéticos. La gravedad de la crisis que enfrentan los países centro europeos que no logran compensar la pérdida en los suministros debería ser suficiente para que los tomadores de decisiones repensaran su decisión. Cosa que no parece ser así. Europa está metida en un marasmo desde hace una década y el debilitamiento de su alianza parece destinada a la extinción, las crisis parciales o sectoriales no se resuelven para dar paso a otras, sino que solapan, se refuerzan, se acumulan. Así pasó recientemente con el Brexit y así sucede ahora con la astringencia energética en las que los metió Estados Unidos. País éste cuya población paga con creces las políticas neoliberales de cuatro décadas, como es el caso del acceso a los medicamentos, además de la crisis de los opioides que mantiene vivas y prósperas a las corporaciones criminales ilegales. 40 de los 50 estados federados estadounidenses han demandado a las compañías farmacéuticas acusándolas de coludirse para subir los precios de las medicinas más usadas.

Mientras los halcones intervencionistas se dedican a exacerbar escenarios potenciales de guerra a gran escala en Europa y recientemente en Asia, el precio de las medicinas en Estados Unidos es prohibitivo para la inmensa mayoría de la población. El esquema es uno de explotación ad nauseam del sufrimiento. Sin embargo, pareciera que las nuevas generaciones en el Congreso estadounidense empezarán a apercibirse de la distorsión en este y otros campos de la convivencia. Un tratamiento mensual para VIH en Estados Unidos cuesta alrededor de mil 700 dólares; en Australia el mismo tratamiento cuesta ocho dólares.

Eso, entre otras cosas, explica fenómenos políticos como Trump –que entre belicistas demócratas de rostro bonachón y furibundos intervencionistas de origen cubano como el senador Ted Cruz, que ve conspiraciones comunistas y pide actuar contra los ya varios gobiernos antisistémicos latinoamericanos– pareciera erigirse como alternativa razonable al neoliberalismo.

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