El racismo es una práctica invisible en todos lados o rincones del mundo y eso ha dificultado las relaciones humanas, ya que su huella está en todas partes, en nuestras palabras, refranes y, por su puesto, en nuestras bromas.
Federico Navarrete, quien ha documentado el racismo mexicano desde el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explica que, en nuestro país, este tipo de discriminación está alimentada por el odio y el desprecio a quienes tienen la piel más oscura y son más pobres.
Un claro ejemplo son los refranes como: “no tiene la culpa el indio sino el que lo hace compadre” o “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”.
No es coincidencia que uno de nuestros dichos advierte: “hay que mejorar la raza, no empeorarla”.
Si bien es sabido que el humor es una de las manifestaciones más fuertes del racismo en nuestro país.
Palabras como “naco”, “gringo”, “güerita”, “morenita”, “prieta”, “ambulante”, “muchacha”, “naco”, “de segunda”, “chino”, ”indio”, “raza” y “nopal” vienen acompañados de risas y son comunes en cualquier círculo cercano.
“Nos gusta burlarnos de los que son diferentes, pero lo hacemos con afecto, según nosotros”, describe Navarrete.
Para combatir el racismo, tenemos que reconocerlo, dice Navarrete. Debemos hacer acto de conciencia, dejar de usar términos racistas como “naco” y tener cuidado con nuestro humor, porque puede ser discriminatorio y –sobre todo– fomentar el respeto a la diversidad como valor esencial, recomienda el historiador.
